2426 El desarrollo
de las actividades económicas y el crecimiento de la producción están
destinados a remediar las necesidades de los seres humanos. La vida económica
no tiende solamente a multiplicar los bienes producidos y a aumentar el lucro o
el poder; está ante todo ordenada al servicio de las personas, del hombre
entero y de toda la comunidad humana. La actividad económica dirigida según sus
propios métodos, debe moverse dentro de los límites del orden moral, según la
justicia social, a fin de responder al plan de Dios sobre el hombre (cf GS 64).
2427 El trabajo
humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a
prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la
tierra (cf Gn 1,28; GS 34; CA 31). El trabajo es, por tanto, un deber: "Si
alguno no quiere trabajar, que tampoco coma" (2 Ts 3,10; cf. 1 Ts 4,11).
El trabajo honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser
también redentor. Soportando el peso del trabajo (cf Gn 3,14-19), en unión con
Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre
colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su Obra redentora. Se muestra
discípulo de Cristo llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado
a realizar (cf LE 27). El trabajo puede ser un medio de santificación y una
animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo.
2428 En el
trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en
su naturaleza. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre mismo, que
es su autor y su destinatario. El trabajo es para el hombre y no el hombre para
el trabajo (cf LE 6).
Cada uno debe
poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y
para prestar servicio a la comunidad humana.
2429 Cada uno
tiene el derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus
talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger
los justos frutos de sus esfuerzos. Deberá ajustarse a las reglamentaciones
dictadas por las autoridades legítimas con miras al bien común (cf CA 32; 34).
2430 La vida
económica se ve afectada por intereses diversos, con frecuencia opuestos entre
sí. Así se explica el surgimiento de conflictos que la caracterizan (cf LE 11).
Será preciso esforzarse para reducir estos últimos mediante la negociación, que
respete los derechos y los deberes de cada parte: los responsables de las
empresas, los representantes de los trabajadores, por ejemplo, organizaciones
sindicales y, en caso necesario, los poderes públicos.
2431 La
responsabilidad del Estado. "La actividad económica, en particular la
economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional,
jurídico y político. Por el contrario supone una seguridad que garantiza la
libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y
servicios públicos eficientes. La primera incumbencia del Estado es, pues, la
de garantizar esa seguridad, de manera que quien trabaja y produce pueda gozar
de los frutos de su trabajo y, por tanto, se sienta estimulado a realizarlo
eficiente y honestamente...Otra incumbencia del Estado es la de vigilar y
encauzar el ejercicio de los derechos humanos en el sector económico; pero en
este campo la primera responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y
de los diversos grupos y asociaciones en que se articula la sociedad" (CA
48).
2432 Los
responsables de las empresas ostentan ante la sociedad la responsabilidad económica
y ecológica de sus operaciones (CA 37). Están obligados a considerar el bien de
las personas y no solamente el aumento de las ganancias. Sin embargo, estas son
necesarias; permiten realizar las inversiones que aseguran el porvenir de las
empresas, y garantizan los puestos de trabajo.
2433 El acceso al
trabajo y a la profesión debe estar abierto a todos sin discriminación injusta,
hombres y mujeres, sanos y disminuidos, autóctonos e inmigrados (cf. LE 19;
22-23). En función de las circunstancias, la sociedad debe por su parte ayudar
a los ciudadanos a procurarse un trabajo y un empleo (cf. CA 48).
2434 El salario
justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo puede constituir
una grave injusticia (cf Lv 19,13; Dt 24,14-15; St 5,4). Para determinar la
remuneración justa se han de tener en cuenta a la vez las necesidades y las
contribuciones de cada uno. "El trabajo debe ser remunerado de tal modo
que se den al hombre posibilidades de que él y los suyos vivan dignamente su
vida material, social, cultural y espiritual, teniendo en cuenta la tarea y la
productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien
común" (GS 67,2). El acuerdo de las partes no basta para justificar moralmente
el importe del salario.
2435 La huelga es
moralmente legítima cuando se presenta como un recurso inevitable, si no
necesario para obtener un beneficio proporcionado. Resulta moralmente
inaceptable cuando va acompañada de violencias o también cuando se lleva a cabo
en función de objetivos no directamente vinculados a las condiciones de trabajo
o contrarios al bien común.
2436 Es injusto no
pagar a los organismos de seguridad social las cotizaciones establecidas por
las autoridades legítimas.
La privación de
empleo a causa de la huelga es casi siempre para su víctima un atentado contra
su dignidad y una amenaza para el equilibrio de la vida. Además del daño
personal padecido, de esa privación se derivan riesgos numerosos para su hogar
(cf. LE 18).