2234 El cuarto
mandamiento de Dios nos ordena también honrar a todos los que, para nuestro
bien, han recibido de Dios una autoridad en la sociedad. Este mandamiento
determina los deberes de quienes ejercen la autoridad y de quienes están
sometidos a ella.
2235 Los que
ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio. "El que quiera
llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro esclavo" (Mt 20,26). El
ejercicio de una autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su
naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir lo
que es contrario a la dignidad de las personas y a la ley natural.
2236 El ejercicio
de la autoridad ha de manifestar una justa jerarquía de valores con el fin de
facilitar el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de todos. Los
superiores deben ejercer la justicia distributiva con sabiduría teniendo en
cuenta las necesidades y la contribución de cada uno y atendiendo a la
concordia y la paz. Deben velar porque las normas y disposiciones que
establezcan no induzcan a tentación oponiendo el interés personal al de la
comunidad (cf CA 25).
2237 El poder
político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona
humana. Y administrar humanamente justicia en el respeto al derecho de cada
uno, especialmente de las familias y de los desheredados. Los derechos
políticos inherentes a la ciudadanía pueden y deben ser concedidos según las
exigencias del bien común. No pueden ser suspendidos por los poderes públicos
sin motivo legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos
está destinado al bien común de la nación y de la comunidad humana.2238 Los que
están sometidos a la autoridad deben mirar a sus superiores como representantes
de Dios que los ha instituido ministros de sus dones (cf Rm 13,1-2):
"Sed sumisos,
a causa del Señor, a toda institución humana... Obrad como hombres libres, y no
como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad, sino como siervos
de Dios" (1 P 2,13.16). Su colaboración leal entraña el derecho, a veces
el deber, de ejercer una justa reprobación de lo que les parece perjudicial
para la dignidad de las personas o el bien de la comunidad.
2239 Deber de los
ciudadanos es contribuir con la autoridad civil al bien de la sociedad en un
espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de
la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad. La
sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común exigen de los
ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad
política.
2240 La sumisión a
la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago
de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país: Dad a
cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo,
tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor (Rm 13,7).
Los cristianos
residen en su propia patria, pero como extranjeros domiciliados. Cumplen todos
sus deberes de ciudadanos y soportan todas sus cargas como
extranjeros...Obedecen a las leyes establecidas, y su manera de vivir está por
encima de las leyes...Tan noble es el puesto que Dios les ha asignado, que no
les está permitido desertar (Epístola a Diogneto, 5,5.10; 6,10). El apóstol nos
exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por los reyes y por todos los
que ejercen la autoridad, "para que podamos vivir una vida tranquila y
apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tm 2,2).
2241 Las naciones
más prósperas tienen obligación de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero
que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país
de origen. Los poderes públicos deben velar para que se respete el derecho
natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben.
Las autoridades
civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden
subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones
jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes
respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con
gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer
sus leyes y contribuir a sus cargas.
2242 El ciudadano
tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las
autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del
orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas
del evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando
sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su
justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la
comunidad política. "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es
de Dios" (Mt 22,21). "Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres" (Hch 5,29): Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus
competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rechazar las exigencias
objetivas del bien común; pero les es lícito defender sus derechos y los de sus
conciudadanos contra el abuso de esta autoridad, guardando los límites que
señala la ley natural y evangélica (GS 74,5).
2243 La
resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente
a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: (1) en caso de
violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; (2)
después de haber agotado todos los otros recursos; (3) sin provocar desórdenes
peores; (4) que haya esperanza fundada de éxito; (5) si es imposible prever razonablemente
soluciones mejores.
2044 Toda
institución se inspira, al menos implícitamente, en una visión del hombre y de
su destino, de la que saca sus referencias de juicio, su jerarquía de valores,
su línea de conducta. La mayoría de las sociedades han configurado sus
instituciones conforme a una cierta preeminencia del hombre sobre las cosas.
Sólo la religión divinamente revelada ha reconocido claramente en Dios, Creador
y Redentor, el origen y el destino del hombre. La Iglesia invita a las
autoridades civiles a juzgar y decidir a la luz de la Verdad sobre Dios y sobre
el hombre: Las sociedades que ignoran esta inspiración o la rechazan en nombre
de su independencia respecto a Dios se ven obligadas a buscar en sí mismas o a
tomar de una ideología sus referencias y finalidades; y, al no admitir un
criterio objetivo del bien y del mal, ejercen sobre el hombre y sobre su
destino, un poder totalitario, declarado o velado, como lo muestra la historia
(cf CA 45; 46).
2245 La Iglesia,
que, por razón de su misión y su competencia, no se confunde en modo alguno con
la comunidad política, es a la vez signo y salvaguarda del carácter
trascendente de la persona humana. La Iglesia "respeta y promueve también
la libertad y la responsabilidad política de los ciudadanos" (GS 76,3).
2246 Pertenece a
la misión de la Iglesia "emitir un juicio moral también sobre cosas que
afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la
persona o la salvación de las almas, aplicando todos y sólo aquellos medios que
sean conformes al evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y
condiciones" (GS 76,5).