1730 Dios ha
creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la
iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios dejar al hombre en manos de
su propia decisión (Si 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones
y, adhiriéndose a El, llegue libremente a la plena y feliz perfección” (Gs 17):
El hombre es
racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos
(S. Ireneo, haer. 4, 4, 3).
1731 La libertad
es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de
hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el
libre arbitrio cada uno dispone de sí. La libertad es en el hombre una fuerza de
crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su
perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
1732 Mientras no
está centrada definitivamente en su bien último que es Dios, la libertad
implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, por tanto, de crecer
en perfección o de fracasar y pecar. Caracteriza a los actos propiamente
humanos. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de
demérito.
1733 En la medida
en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay
libertad verdadera más que en el servicio del bien y de la justicia. La
elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a
"la esclavitud del pecado" (cf Rom 6,17).
1734 La libertad
hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son
voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis
acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos.
1735 La
imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e
incluso suprimidas por la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor,
los hábitos, las afecciones desordenadas y otros factores síquicos o sociales.
1736 Todo acto
directamente querido es imputable a su autor: Así el Señor pregunta a Adán tras
el pecado en el paraíso: "¿Qué has hecho?" (Gn 3,13). Igualmente a
Caín (cf Gn 4,10). Así también el profeta Natán al rey David, tras el adulterio
con la mujer de Urías y la muerte de éste (cf 2 S 12,7-15).
Una acción puede
ser indirectamente voluntaria cuando resulta de una negligencia respecto a lo
que se habría debido conocer o hacer, por ejemplo, un accidente provocado por
la ignorancia del código de la circulación.
1737 Un efecto
puede ser tolerado sin ser querido por el que obra, por ejemplo, el agotamiento
de una madre a la cabecera de su hijo enfermo. El efecto malo no es imputable
si no ha sido querido ni como fin ni como medio de la acción, como la muerte
acontecida al auxiliar a una persona en peligro. Para que el efecto malo sea
imputable, es preciso que sea previsible y que el que actúa tenga la
posibilidad de evitarlo, por ejemplo, en el caso de un homicidio cometido por
un conductor en estado de embriaguez.
1738 La libertad
se ejerce en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana,
creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser
libre y responsable. Todos están obligados a no conculcar el derecho que cada
uno tiene a ser perfecto. El derecho al ejercicio de la libertad es una
exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en
materia moral y religiosa (cf DH 2). Este derecho debe ser reconocido y
protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del orden público
(cf DH 7).
LA LIBERTAD HUMANA
EN LA ECONOMIA DE LA SALVACION
1739 Libertad y
pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró.
Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios se engañó a sí mismo;
se hizo esclavo del pecado. Esta alienación primera engendró una multitud de
otras alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, testimonia
desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal
uso de la libertad.
1740 Amenazas para
la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer
todo. Es falso concebir al hombre "sujeto de esa libertad como un
individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el
goce de los bienes terrenales" (CDF, instr. "Libertatis
Conscientia", 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y
social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad
son, con mucha frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera
y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los
débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Apartándose de la ley
moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo,
rompe la fraternidad de sus semejantes y se rebela contra la verdad divina.
1741 Liberación y
salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo alcanzó la salvación para todos los
hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud.
"Para ser libres nos libertó Cristo" (Gal 5,1). En él participamos de
"la verdad que nos hace libres" (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha
sido dado, y, como enseña el apóstol, "donde está el Espíritu, allí está
la libertad" (2 Co 3,17). Desde ahora nos gloriamos de la "libertad
de los hijos de Dios" (Rom 8,21).
1742 Libertad y
gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad
cuando ésta corresponde al sentido de la libertad y del bien que Dios ha puesto
en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia
cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los
impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima libertad y nuestra
seguridad en las pruebas, como ante las presiones y coacciones del mundo
exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la
libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en
la Iglesia y en el mundo.Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros
los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo nuestro espíritu, podamos
libremente cumplir tu voluntad (MR, Colecta del domingo 32).